
Hoy cuando acaecía la tarde, "visite" la casa del delicado Faures. Aunque lujosa la propiedad, estaba decorada de manera muy sobria. Me llamó particularmente la atención que las ventanas fuesen muy fáciles de abrir. Quizás nadie, a excepción de este humilde señor, se metería por propia voluntad en la boca del lobo.
El frío silencio que reinaba en la amplia estancia me erizó los pelos, tal como si el mismísimo Lucifer me estuviese lanzando su putrefacto aliento en la nuca. Nadie había en la casa, auque la sensación de estar siendo observado no me abandonó hasta que me encontré varios kilometros lejos de aquel lugar.
Nada encontré, en realidad, algo me encontró a mi. Dentro del ordenado y pulcro estudio del abogado, justo encima de su desierto escritorio, se me paralizó el corazón al encontrar algo que alguna vez fue mío... Una rosa negra disecada, la misma rosa que le entregué a mi difunta esposa el día que le propuse matrimonio y que, sin saberlo, la condenaba a una espantosa muerte...
Soy un títere que manejan entre sombras, juro que voy a acabar con todos; pero antes van a sufrir, lo juro.
Roman