Recien ahora, luego de vagar por más de veinticuatro horas, puedo sentarme a escribir en este, mi negro diario. No busco con él fama ni trascendencia, sólo quiero que sirva de advertencia, para unos y para otros...
Salí de Treval con la idea de volver a casa. Con la nieve castigando mi cansado cuerpo, me dirigí a la que otrora fuera mi calle; a donde alguna vez una esposa y dos hijos pequeños me esperaban para brindarme su cariño. ¿Pero qué es casa? ¿Lo que llamamos hogar es una propiedad? Inmeditamente, comprendí que ya no tenía más nada de eso. Sin el calor de mis seres amados, aquella no es más que otra construcción, en un frío mundo de ladrillos y cemento. Para que ir allí, que no sea otra cosa que alimentar mis tormentos y mis odios... no. Necesitaba otra cosa, al menos esta vez. Los quería tener cerca, y no podía haber un lugar donde tenerlos más alejados que en la que fue nuestra vivienda.
El cementerio de San Eleuterio, en el frío panteón , allí estoy sentado escribiendo. Refugiado en el manto de la noche y rasguñando con mis ensangrentadas uñas sus mudos féretros.
Soy una sombra, hoy lloraré mi pena entre ellas...
Roman
P.D: Tengo un nombre, Frost: tiembla.